Gloria Fernández Martínez es la directora del Instituto Asturiano de Atención Social, Infancia, Familia y Adolescencia. Como cree que el endurecimiento de penas "cambia poco los comportamientos delictivos" se declina por regular el uso de las nuevas tecnologías sobre todo con educación. Pero reflexiona ante los problemas previos que se plantean en esa educación: "[los adultos] dimitimos de nuestras responsabilidades".
-Los malos tratos y los abusos a menores se duplicaron en el último año, según la Memoria de Infancia que acaba de presentar.
-Lo que aumenta es la notificación, que no siempre da paso a un expediente. La apertura de expedientes de desprotección ha aumentado un 48 por ciento entre 2004 y 2007. Se incrementan los equipos técnicos de intervención con la familias, en los que trabajan 36 personas; se publican guías de sanidad y educación; aparecen nuevos perfiles de desprotección: los menores extranjeros no acompañados, la inmigración? Estamos levantando la alfombra.
-¿Convendría endurecer las penas en casos de pederastia?
-Esa es una conducta muy lesiva para los menores, pero las leyes cambian poco los comportamientos. Es mejor adoptar medidas para prevenir, como regular el acceso de los niños a las nuevas tecnologías y a internet.
-¿La desprotección del menor adopta nuevas formas?
-Muchos adultos no distinguen entre una educación democrática, que yo defiendo, y la constatación de que hay cuestiones innegociables. Recuerdo un chiste: una madre va con su bebé de seis meses al pediatra y le pregunta: «Doctor, ¿cuándo tengo que empezar a educar a mi hijo? Y el médico le responde: «Tendría que haber empezado hace seis meses». Somos adultos con comportamientos adolescentes, dimitimos de nuestras responsabilidades. Hay que educar a los niños con sus derechos y sus deberes.
-¿Y cuándo los padres reconocen su incapacidad para educar a su hijo y piden a la Administración que lo haga?
-Hay casos más difíciles, con problemas de salud mental o consumo de sustancias, que deben tener otra consideración, pero el resto suele reconducirse. Hay que pensar que la adolescencia es un problema transitorio. No existe conciliación familiar, las jornadas son largas y la educación es una tarea de titanes en una sociedad como la nuestra. Poner límites y normas es difícil.
Fuente: lne.es
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